jueves, 17 de marzo de 2011

Suicidios en Colombia

Un 15 de abril atípico para millones de personas.
Nunca antes, ni jamás después, tanta gente se había suicidado en un solo día.
Nada más en Colombia 20 mujeres y hombres se quitaron la vida luego de conocer la noticia.
Había nacido a las dos de una fría y lluviosa madrugada de noviembre bajo la luz mortecina de una lámpara de petróleo entre cuatro paredes de una habitación sin ventilación en una barriada pobre y olvidada.
Poco daban por él sus seres queridos, pero como había que bautizarlo de afán, antes de que se fuera para el más allá, le pusieron por nombre José Pedro.
Era un Infante con suerte aunque desde el vientre de su madre ya llevaba una Cruz entre pecho y espalda.
Era el cuarto de 14 hermanos. A los 12 años se le metió a su cuerpo de niño una polio que hizo pensar en un futuro quieto, pero su existencia física y emocional fue tan movida o más que un terremoto.
Entró a la escuela a regañadientes y cuando salió al poco tiempo se sintió feliz con el viento a su favor en el río humano de la calle, su verdadera escuela y su hogar.
Allí, Infante se untó de barro, se hizo y rehizo pueblo, ese pueblo pobre, económicamente, pero rico en sentimientos y digno.
Fue mensajero y luego carpintero y aprendió a leer y escribir a los 20 años, obligado por las circunstancias. Tenía, por un lado, que aprenderse las letras de las canciones y los libretos de sus papeles protagónicos. Por otra parte, sus amoríos lo obligaban a leer una cada vez más abundante correspondencia de sus enamoradas.
Pese a su fama de borracho, nunca probó una copa de licor, porque era diabético.
Era muy aficionado al sexo opuesto y tenía fama de andar con mujeres casadas.
Le gustaba la bandeja paisa y su pasión, aparte de las mujeres, eran las motos y los aviones.
La noche del 14 de abril, víspera de su partida sin retorno, Pedro había cantado sus dos temas preferidos: “Tú y las nubes” y “La vida no vale nada.
Temprano, en la mañana del 15, lo vieron volar sobre su moto Harley Davidson, camino del aeropuerto.
Ya en el aeroparque, Pedro bromeó con el personal en tierra antes de entrar en el viejo DC 4 de su propiedad y que pilotearía por última vez.
Ahora, sentado al mando de la aeronave, por la mente de Pedro pasaba a velocidad inimaginable la película de sus 39 años.
Allí se proyectaba la imagen de Blanca Estela, su mejor amiga, caminando con él por un parque, esa tarde dominguera, cuando se les acercó una gitana.
La mujer leyó sus manos y les pronosticó que tendrían un final envuelto en una bola de fuego.
La predicción se cumplió en menos de dos años, al menos para Blanca Estela, que, en su prisa, tomó un avión equivocado. El aparato se estrelló y explotó, y ella murió carbonizada.
Faltaba un cuarto de hora para las ocho de la mañana ese 15 de abril, una fecha como hoy.
Todo está dispuesto. La torre de control autoriza el despegue. La pista está libre, y libre el paso al más allá. Arriba, un cielo azul…esperando. Abajo, sólo recuerdos apretujados y un adiós…sin regreso.
El avión nunca ganó suficiente altura. Los motores hacían mucho ruido y despedían mucho humo. Finalmente, el aparato rozó un árbol y cayó de lado sobre un barrio, envuelto en llamas.
En tierra, Ana Ruth Rosel Chan, de 30 años, agonizaba mortalmente, mientras apretaba todavía con sus brazos el cuerpo sin vida de su hijito Raúl, de dos años y medio.
Fue un final y un comienzo. Una muerte y un parto. Se iba el hombre de carne y hueso, Pedro José Infante Cruz, y llegaba el mito, la leyenda, Pedro Infante.
Hoy, 52 años después, las causas del accidente aéreo siguen siendo un misterio.
recuperado de http://www.radiosantafe.com/2009/04/15/la-muerte-de-pedro-infante-provoco-20-suicidios-en-colombia/

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